MÁS SOBRE MANDALAS ...
A veces, el encuentro con un mandala no pasa meramente por pintarlo. Ni siguiera dibujarlo.
A veces, se trata solo de observar detenidamente un mandala que nos haya atraído, que nos haya cautivado por sus colores, su conformación, por las formas que contiene, por los vacíos que se permite.
Y en ese caso, su función es tan útil y positiva como en los casos en que se decide colorear un diseño ajeno, o dibujar un propuesta propia.
El tomarse un momento para observar en detalla la conformación de un mandala nos sume en un estado similar, sino real, de meditación. Podemos ir descubriendo las relaciones subyacentes que organizan las formas; los patrones que permiten la distribución de los colores; la razón tal vez de la presencia de determinamos motivos incluidos en el mismo.
Este juego de descubrimiento y análisis del mandala nos abre la puerta hacia nuestro interior.
Si sabemos aprovechar esa invitación, es muy posible que descubramos nuevos aspectos de nosotros mismos. Y eso es crecer.
A veces, se trata solo de observar detenidamente un mandala que nos haya atraído, que nos haya cautivado por sus colores, su conformación, por las formas que contiene, por los vacíos que se permite.
Y en ese caso, su función es tan útil y positiva como en los casos en que se decide colorear un diseño ajeno, o dibujar un propuesta propia.
El tomarse un momento para observar en detalla la conformación de un mandala nos sume en un estado similar, sino real, de meditación. Podemos ir descubriendo las relaciones subyacentes que organizan las formas; los patrones que permiten la distribución de los colores; la razón tal vez de la presencia de determinamos motivos incluidos en el mismo.
Este juego de descubrimiento y análisis del mandala nos abre la puerta hacia nuestro interior.
Si sabemos aprovechar esa invitación, es muy posible que descubramos nuevos aspectos de nosotros mismos. Y eso es crecer.
Mandala budista tibetano.

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